No ha tenido críticas demasiado amables del Premio Nadal de este 2016. La mayor parte de estas opiniones se centran en un tono denso, que roza lo aburrido. Es clasificado, sin piedad, de una novela soporífera y de lectura difícil. Muchos aseguran haberla abandonado a la mitad. Pero, ¿no es acaso esto lo que sucede con los mejores libros?
Creo que "La víspera de casi todo" es una novela única, con un alma propia, escrita con una pretenciosidad necesaria. Porque se trata de un libro enorme en muchos aspectos: la técnica narrativa es, además de correcta, hermosa. El desarrollo de los argumentos, que se condensan en uno solo, es complejo pero bien elaborado. Pero donde radica la magia es en los personajes, cuidados al milímetro por Víctor del Árbol quién, sin duda, les ha dado vida con todo el cariño de su inspiración. Esto, desde luego, traspasa a cualquier lector que sepa verlo.
Uno de los personajes fundamentales (que no el protagonista, porque sería complicado definir quién es el protagonista) es Germinal Ibarra. Responde al prototipo de policía torturado, trastornado por el caso del asesinato de Amanda, en cuya resolución se involucró más allá de los estrictamente personal. Y ese pasado, que siempre vuelve para revolver las olas de nuestro recuerdos, azota su vida tranquila en A Coruña, junto a su esposa y a su enfermo hijo Samuel. Pero de esta especie de refugio lo saca con violencia la llamada de una mujer llamada Paola, está ingresada en el hospital víctima de lo que parece una brutal paliza. Desde este punto, con saltos temporales, con evocaciones de lo que ambos han dejado atrás, empieza a esclarecerse, muy poco a poco, esa niebla que cubre el Océano.
Gran parte de la trama se desarrolla en un Punta Caliente, un pequeño pueblo situado en A Costa da Morte, donde Paola ha estado escondida durante un tiempo. Allí, en busca de una paz y sosiego que no parece encontrar nunca, se ve involucrada en un amasijo de sentimientos que van más allá de lo que jamás pudo imaginar. Se vale el autor de personajes tan emblemáticos como Dolores, Daniel o Martina. Y a todas estas numerosas vidas que surgen en estas páginas, como lo hacen las gaviotas en las proximidades del puerto, las trata por igual Víctor del Árbol: con piedad, con paciencia y con profundidad.
Supongo que cualquier historia que utilice Galicia como telón de fondo se convierte en algo ineludiblemente especial. Porque ese latido, alma o influjo, esa leyenda, tan solo puede lograrse en un lugar a temporal, que parece aislarse del mundo. Donde tanto lo bueno, como lo malo, se intensifican más que en cualquier otro lugar. Al fin y al cabo, nos encontramos en el fin de la tierra.
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Creo que "La víspera de casi todo" es una novela única, con un alma propia, escrita con una pretenciosidad necesaria. Porque se trata de un libro enorme en muchos aspectos: la técnica narrativa es, además de correcta, hermosa. El desarrollo de los argumentos, que se condensan en uno solo, es complejo pero bien elaborado. Pero donde radica la magia es en los personajes, cuidados al milímetro por Víctor del Árbol quién, sin duda, les ha dado vida con todo el cariño de su inspiración. Esto, desde luego, traspasa a cualquier lector que sepa verlo.
Uno de los personajes fundamentales (que no el protagonista, porque sería complicado definir quién es el protagonista) es Germinal Ibarra. Responde al prototipo de policía torturado, trastornado por el caso del asesinato de Amanda, en cuya resolución se involucró más allá de los estrictamente personal. Y ese pasado, que siempre vuelve para revolver las olas de nuestro recuerdos, azota su vida tranquila en A Coruña, junto a su esposa y a su enfermo hijo Samuel. Pero de esta especie de refugio lo saca con violencia la llamada de una mujer llamada Paola, está ingresada en el hospital víctima de lo que parece una brutal paliza. Desde este punto, con saltos temporales, con evocaciones de lo que ambos han dejado atrás, empieza a esclarecerse, muy poco a poco, esa niebla que cubre el Océano.
Gran parte de la trama se desarrolla en un Punta Caliente, un pequeño pueblo situado en A Costa da Morte, donde Paola ha estado escondida durante un tiempo. Allí, en busca de una paz y sosiego que no parece encontrar nunca, se ve involucrada en un amasijo de sentimientos que van más allá de lo que jamás pudo imaginar. Se vale el autor de personajes tan emblemáticos como Dolores, Daniel o Martina. Y a todas estas numerosas vidas que surgen en estas páginas, como lo hacen las gaviotas en las proximidades del puerto, las trata por igual Víctor del Árbol: con piedad, con paciencia y con profundidad.
Supongo que cualquier historia que utilice Galicia como telón de fondo se convierte en algo ineludiblemente especial. Porque ese latido, alma o influjo, esa leyenda, tan solo puede lograrse en un lugar a temporal, que parece aislarse del mundo. Donde tanto lo bueno, como lo malo, se intensifican más que en cualquier otro lugar. Al fin y al cabo, nos encontramos en el fin de la tierra.
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