Rosa Montero me ha acompañado en determinadas épocas de mi vida. Recuerdo el día en que la conocí. Cursaba no sé que año de la ESO, por aquel entonces yo todavía le rondaba a la idea de escribir mi propia novela. Recuerdo que trabajaba en un prólogo, que no cesaba de modificar, parte en la que estuve atascada durante meses. La profesora nos habló de Temblor, una novela de ciencia ficción protagonizada por Agua Fría, y que es una de las obras de fantasía más sobresaliente de la literatura castellana. Recuerdo haber rodeado con un destartalado lápiz el título, y también haber subrayado el nombre de Rosa Montero. Ese momento se quedó grabado en algún punto de mis recuerdos para surgir de manera espontánea.
Varios años después, cuando ya había dejado atrás mi época estudiantil. Ya estaba trabajando y atravesaba uno de los momentos más crudos de mi corta existencia, me topé de casualidad con Agua Fría. Me llegó de manos de un compañero de trabajo que me lo regaló, diciéndome que una lectura así me ayudaría a distrarme. No se equivocaba. El gran derroche de imaginación, la fuerza, la valentía y el afán de superación de la protagonista me infundieron unas secretas e insólitas ganas de enfretarme a mi propia vida.
No tardé mucho en leer Lágrimas en la lluvia. Publiqué una crítica brevísima e insulsa sobre ella en el portal de Librofilia hace un par de años. Hoy, al releerla, me di cuenta de la poca realidad de mis palabras. Marcó un antes y un después. No es común encontrarse libros de esas características en la literatura en castellano. Tampoco lo es, tristemente, que los personajes femeninos tengan tal fuerza y poderío. Bruna Husky fue de gran ayuda para mí, aunque suene a tópica y absurdo. Releí la novela varias veces. Guardo mi ejemplar como oro en paño y lo he regalado siempre que he tenido ocasión. Es, y será siempre, una de mis novelas favortias.
Y las #Coincidencias me han llevado a toparme con La ridícula idea de no volver a verte. Estaba sumergida en la lectura de Ensayo sobre la ceguera, y ya en las últimas páginas estaba anhelando pasar a leer la biografía de Marie Curie, de Pierre, de Rosa y de Pablo.
¿Una biografía? No. La ridícula idea... no es tan sólo una biografía. Es mucho más. ¡Oh, Rosa! ¿Cuántos comentarios más por el estilo recibirás al día? Tan sólo seré una aguja en un pajar. Sin embargo, al leer tus palabras, esas palabras cargadas de verdades, de dolor y de felicidad, sólo me puedo sentir poderosamente indentificada contigo. Pocas veces se despierta en mi está unión entre escritor-lector. Disfruto muchas veces de las novelas, sí, pero muy pocas veces conecto de esta forma. La última vez fue con La Rebelión de Atlas.
Da la impresión que Rosa Montero ha querido traspasar parte de sí misma al papel. No es una crítica negativa. Es brillante. Hay personas que jamás aprenden a desnudarse frente al lector de esa forma, carecen de esa facultad. En una parte, la autora confiesa que no se siente #Libre, o no completamente en su escritura. ¿No sentirse libre? Yo la he visto libre. Volar libre entre capítulos, entre palabras. Escribiendo para ella misma, para Pablo, para Marie. Y olvidándose de mi, y del resto de sus seguidores fieles. ¿Eso es no sentirse libre, Rosa? Eso es libertad. Y no pude evitar sentir una punzada de pura envidia al leer como te relatabas, te desahogabas, hablabas de ti, a mí, a nosotros, a sabiendas de que te leeríamos. A sabiendas de que podríamos conocerte más. A sabiendas de que sabríamos más de tu dolor.
Siempre he deseado hacerlo. Escribo una novela, una gran pequeña novela, desde los doce años. Por supuesto, ha cambiado mucho a lo largo de década y pico. Sin embargo, este libro en el que trabajo con ahínco, es simplemente un bálsamo para mi misma. Un motivo. Un alivio. Un aliciente. Un llanto escrito. Pero me tortura, me quema, me abrasa la idea de que no llegue a ser leído, no llegue a ser comprendido. Se entierre en mi misma, porque solo llegue yo a acariciarlo. ¿Eso es ser más libre? ¿Escribir sin pensar en los lectores? Puede. Pero es una libertad encapuchada.
Volviendo a la crítica, he de decir que Rosa hace alarde de sus dotes como escritora sin que parezca suponerle un esfuerzo. Es suave, dulce, como un caramelo, una caricia, un susurro. Y los capítulos transcurren con crudeza, sin miramientos. Con fuerza y debilidad. Cuenta anécdotas realmente escalofríantes. Otras hermosas. Otras más amargas que el café. Parece, semeja, ser una amiga íntima de Marie Curie que la acompañó a lo largo de su vida. La mujer química era mucho más que eso, y en su afán de hacérnoslo saber, Rosa no escatima en detalles, en motivos, en sentimienos.
Me gustaría, sin querer desvelar más del libro, porque creo que cada cuál debe descrubirlo por si mismo, la guinda del pastel, cierro la crítica. No sin antes, eso sí, subrayar que mi novela Marafariña tendrá parte de esta misma... porque la historia de Marie Curie ahora también forma parte de mí:
"No seas tan mujer. No seas tan femenina. O no lo seas tanto como yo lo he sido. Sé otro tipo de mujer. Sé una mutante. Esa hembra sin lugar, o en busca de otro lugar"