Es complicado hacer una crítica acerca de una novela (o algo mucho más que eso) de Milan Kundera. Principalmente, porque se trata de un trabajo muy íntimo, muy especial y hasta personal. Da la impresión, incluso, de que invadimos su propia vida al hacernos con sus palabras. Palabras escritas con la hermosura de un maestro de la literatura.
El libro de la risa y el olvido trata sobre muchos temas, pero nunca sobre la risa o sobre el olvido. Porque la risa, aquí, aparece tintada de amargura y de tristeza. Porque cuando Kundera nos escribe sobre la risa, tan solo sabe hablar de risas falsas, o risas grises, tan grises que duelen. Y, en cuanto al olvido, el olvido no existe para Kundera, porque el olvido está lleno de recuerdos.
Tamira, el personaje principal, recueda muchísimo a Teresa (su personaje femenino protagonista de La insoportable levedad del ser). Bajo la misma permisa que sufría Teresa, Tamira (vaya, si hasta tienen nombres similares), también vive fuera de su país, víctima del exilio, y trabaja allí como camarera. Sufre la muerte de su marido, que Kundera aprovecha para hablar de la muerte de su propio padre con dulzura y dolor. La muerte, en sí, es un tema recurrente en esta obra de Kundera.
Hermosa, en el propio y estricto sentido de la palabra, refiriéndose a la hermosura literaria, he disfrutado enormemente de sus páginas, careciendo de medios propios para criticarla de modo alguno. Tal vez no soy imparcial con Milan Kundera, pero escribe las novelas que yo siempre he deseado leer.
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