Cuesta creer que sea el mismo director de Memento, El truco final o la famosa y aclamada trilogía de Batman: El Caballero Oscuro, sea el mismo que trajo a nuestras pantallas la casi insultante Origen y, en una línea parecida, Interstellar.
La película ha sido poderosamente aclamada por la crítica, tanto profesional como aficionada. He leído frases que proclamaban que es "Prácticamente perfecta..." "La película del siglo" "Inmejorable" y pretenciosidades varias. Y es que Nolan siempre ha sido un pretencioso, pero un pretencioso con tintes de serlo, uno de estos directores que suponía un sello asegurado de calidad con cine comercial, que no defraudaba, que amaba lo que hacía. Es una verdadera tragedia cinematográfica que todavía, a día de hoy, se siga utilizando al espectador de ignorante integral vendiéndole un bombón reseco en envoltorio de oro.
El encuadre no podía ser mejor: Matthew McConaughey (que hace poco nos deleitó en Dallas Buyer Club) como protagonista, acompañado de dos sumas bellezas del cine, Anne Hathaway (que ya trabajó con Nolan como Catwoman, y que simplemente, brilló con todo su esplendor en Los miserables), y la soberbia Jessica Chastain (La noche más oscura).
Y no solo podía presumir de un reparto espectacular (y de moda, como no): la premisa de una nueva película de ciencia ficción para borrar el mal sabor de boca que nos dejó Elysium (Matt Damon también hace un cameo en este film, lo digo para que no os asustéis porque su intervención es sumamente absurda) u Oblivion. Prometían esos carteles futuristas, esas naves espaciales, el vacío del universo, los agujeros de gusano, la teoría de la relatividad... ¡Y además tenemos drama familiar incluido! ¡Oh, por los Dioses Cinematográficos! ¿Qué más podíamos pedir?
Pero no. Christopher Nolan tenía los mejores ingredientes en la palma de su mano, pero no termina de ser un buen cocinero. La sopa le ha quedado insulta y el pavo se le ha quemado. Y el postre era demasiado pesado. Aunque hay que reconocer, eso sí, que hay escenas que individualmente son espectaculares y prometedoras, que visualmente tiene partes que quitan la respiración y que durante ciertos fragmentos te olvidas de que tan sólo estás en una sala de cine. Pero esta sensación pronto se evapora. El guión en ocasiones es tan torpe, atropellado y forzado que me provocaba dolor de cabeza. Más de una vez, suspiré aletargadamente por el cúmulo de tópicos que he tenido que sufrir (y que, lo siento, no puedo consentir, no a estas alturas).
Podría seguir citando muchos defectos y escasas virtudes. Pero en realidad millones de espectadores caerán en las redes del encanto de un gran despliegue de medios económicos de publicidad y de efectos especiales. Muchos se olvidarán de que le están dando gato por liebre. Otros repararán en los defectos y errores de Interstellar, pero se quedarán tan embobados de la historia que ni siquiera se acordarán al salir.
Y otra parte, aquella parte que exige, que crítica, que quiere más de este negocio multimillonario... Esa parte del público (tachada a veces de "quejica" sin causa) creará una entrada indignada en un blog, o publicará su opinión en filmaffinity. Expresará su indignación hasta la saciedad. Pero, pobrecitos, somos unos incomprendidos.
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