viernes, 20 de mayo de 2016

#COLUMNA-OPINIÓN: La amistad y la autoindependecia


"Tienes un único amigo, con el que has quedado para ir al cine a las cuatro. Pero, debido a un contratiempo que no quiere especificar, él no puede acompañarte. Te insta a que vayas tú, y que después le cuentes cómo ha estado la película. ¿Tú cómo te sientes?"

"No creo que pueda ir al cine sola, me siento abandonada por él"

"¿No disfrutarías de la película sola?"

"No lo creo"

"¿Por qué no lo intentas?"

Era difícil para mí, en esos momentos, enfrentarme a la perspectiva de realizar actividades sola. El peso de la "soledad" era una losa demasiado difícil y me ahogaba. Parece ser que mi psicoterapeuta no quería comprender qué es lo que le quería decir. ¿Acaso no estaba yo en mi derecho de sentirme mal por sentirme sola?

Recuerdo que solía recalcarme que tenía una visión "muy elevada" del término amistad, que solía anteponerlo a mí misma, a lo que yo necesitaba y quería. Me había olvidado de mí, de ir al cine conmigo misma, de tomarme un café conmigo misma y de disfrutar de la soledad que, en ocasiones, puede ayudarnos tanto. Sí, era cierto. Y aunque tardé casi un año en entender por qué tenía que ir sola a ver esa maldita película, cuando al fin lo hice, saboreé la "autoindependencia".

No se trataba, como yo creía, de ser una persona puramente independiente, pero estaba claro que no podía seguir siendo una persona "dependiente". Por diversos motivos, mi círculo social estaba estéril, y yo me encontraba más hermética que nunca. Abrir frentes me daba miedo, pero estaba deseosa de hacerlo. Yo me relamía y me rebozaba en esa dependencia horrorosa hacia personas que se había ido, que no quería darme lo que yo necesitaba. Y, durante tantas horas, tanto tiempo, les echaba la culpa a los demás. Tantas horas echándole la culpa a los demás, y abandonándome a mí misma.

El camino para convertirse en una persona "autoindependiente" es muy duro, pero muy gratificante. Obtienes una fortaleza que se vuelve innata, y por momentos te sientes imparable. Por supuesto, sigues "necesitando" a los demás, pero tú eres dueña de tu ocio y tu diversión. La negativa de un amigo no tiene que suponer, necesariamente, la cancelación de un plan que a ti te resultaba apetecible. Y, poco a poco, se produce un crecimiento personal delicioso y latente.

Confundí la soledad, que por diversos motivos asoló mi vida durante un tiempo, con un problema de necesidad de los demás. Y es lógico y comprensible sufrir cuando nos encontramos ausentes de un círculo de personas queridos, pero nada fuera de ahí. Al final, ese círculo vuelve a girar y nuevas personas, maravillosas, queridas y dulces, empiezan a formar parte de tu nueva existencia, de tu nueva personalidad "autoindependiente". 



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