Una biblioteca, un vaso de whisky, un anciano, una entrevista de trabajo y una Merly Streep desgarradoramente envejecida, luciendo calva y vestida con un halo de desencanto hacia su decadencia personal.
Así, como una sonora bofetada, comienza Agosto, de la mano de uno de los directores de la serie Shameless, John Wells. El film está basado en la exitosa obra de teatro del mismo título escrita por Tracy Letts. Y como no podía ser de este modo, todos los amantes del espectáculo teatral, podrán disfrutar más intensamente el placer de esta sucesión de diálogos machacadores, de situaciones desquiciantes y de dolor palpable en cada una de las miradas y situaciones.
La historia se desarrolla en la mansión descuidada de Los Weston, un matrimonio anciano que a duras penas puede soportarse, encerrado bajo las angostas persianas eternamente plegadas, y sumidos en la penumbra constante. La desaparición del padre Weston, dejando a su trastornada mujer a solas con una criada que detesta, es el detonante para el desarrollo de una trama que no tiene un inicio determinado, ni un final preciso. Pero tampoco lo necesita.
La llegada de la familia Weston, principalmente las tres hijas y sus correspondientes familias, arrancan toda serie de sentimientos contrapuestos al espectador. Indudablemente, los Weston refleja cualquiera de nuestras familias, tal vez ahí radica lo más duro y doloroso de Agosto.
La hermana mayor, una brillante Julia Roberts, sumida en una depresión aguda es, para mí, el personaje que más peso tiene después de Streep. El enfrentamiento de sentimientos, de discusiones, de golpes sonoros, de gritos mudos que se producirán entre madre e hija, anudan un fuerte nudo en el corazón, son la llama más viva, el núcleo culmen. Las dos actrices lo absorben todo, haciendo gala de sus más profesionales y sinceras dotes interpretativos. Su facultad casi intrínseca de embriagar al espectador con una simple mirada de soslayo, un pestañeo de los párpados, o lágrimas secas escurriendo por las mejillas maltratadas por el paso del tiempo.
El resto del reparto, sin embargo, no desmerece nada a estas dos estrellas. Destacaría a la hermana mediana, Julianne Nicholson, por su aparente calma y sosiego, y la profunda tristeza y remordimiento que transmite... posiblemente el personaje más tierno de la familia Weston, y el que más empatía me ha despertado aunque carezca de la fuerza de sus competidoras.
Enriquecida de diálogos, largos, sincericidas, trágicos, crueles, fríos y gélidos. Con toques de comedia negra ingeniosos, que no hacen más que dar más énfasis a un drama incurable. La soledad es la principal característica de esta familia. Una familia rota que juega a unirse con lazos inexistentes. Una familia que odia con la misma intensidad que ama. Que guarda secretos que no quiere desvelar, que no otorga perdón alguno, que no siente compasión. Una familia egoísta, que no se preocupa de los demás. Y una familia que vive sólo para ella misma. Es una película cruda, que machaca hasta lo más íntimo, que desmiembra nuestros propias fantasmas y que nos obliga a plantearnos muchas cosas olvidadas.
Una apuesta atrevida pero, a mi juicio, totalmente acertada. De estas películas que parece que las personas se han olvidado de ver, de demandar, de estos films que se extrañan en las carteleras más habitualmente. Estos que ahondan en nuestro corazón y conciencia, y en los que seguimos pensando al dejar la sala de cine.
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