Theodore (un bigotudo y cabizbajo Joaquin Phoenix) es escritor. Un escritor de cartas, cartas emotivas, cartas de amistad, de perdón, de amor, de súplica, de verdades. Enfundado en una camisa rosa y unos pantalones beige, escondiendo su mirada penetrante tras una sencilla montura, abandona su puesto de trabajo para dirigirse a una realidad que encuentra vacía, y carente de todo lo que él en realidad necesitas.
Solo, hundido, golpeado por una rotura que no es capaz de superar, que lo machaca todavía. El recuerdo de su ex mujer (bellísima Rooney Mara) está latente en él, forma parte de su latido. Por la noche, antes de dormir, piensa en ella y la sueña.
La historia se desarrolla en un futuro cercano (o en una realidad paralela), con una estética casi ochentera, pero sumamente atractiva. Los toques de ciencia ficción son brillantes, cuidado y escrupulosos, integrados en una sociedad atrapada (y enamorada) del mundo de la tecnología. A mí entender, empleados de forma muy ingeniosa y muy adecuada, sin forzar, sin abusar, de la manera justa. Este es el envoltorio de una historia que nos enamorará por completo.
Así arranca Her (A Spike Jonze love story, reza el cartel oficial), de forma vacía, manteniendo al espectador en vilo, sin saber qué va a ocurrir a continuación. Desde el primer momento, la química con el protagonista es evidente. Se despierta una poderosa ternura y compasión hacia él. Se aprecia un hombre débil, infantil, abandonado. Inmediatamente, deseas cruzar la pantalla y darle un abrazo conciliador. Un personaje muy humano desde el principio hasta el fin, el principal pilar de esta obra magistral.
Un buen día, adquiere un nuevo sistema operativo de Inteligencia Artificial que ha salido al mercado. Llega a su casa, lo libera de su envoltorio con cuidado y lo enchufa a su ordenador personal, con aires despreocupados. Es aquí donde conocemos a Samantha (con la preciosa y sensual voz de Scarlett Johansson), una personalidad que aparecerá únicamente en forma de voz, y que acompañará a nuestro solitario escritor de ahora en adelante, hasta hacer que toda su anodina vida cambie radicalmente.
Pero Her es mucho más que esto. Mucho más que personajes cautivadores, mucho más que una cuidada puesta en escena, mucho más que un film rico e innovador. Her es una grandiosa historia de amor, de las que se disfrutan, de las que se sienten, de las que no se olvidan, de las que te conmocionan, de las que envidias la historia, de la que te gustaría vivir, atrapar, sentir de ese mismo modo. De las películas que acabas queriendo, amando y sintiendo por mucho tiempo.
La historia avanza a buen ritmo: lo suficientemente pausada para digerirla correctamente, pero lo suficientemente ágil como para que no resulte tediosa. Es bella hermosa, en todos sus matices. La voz, una maravillosa interpretación de Johansson (una de las mejores de su carrera, y sin duda una de las más inolvidables) encandila no solo a Theore, sino también al espectador. Esta variopinta pareja nos acompañará por esta historia, nos hará reír con ellos, llorar con ellos, conversar con ellos, destrozarnos con ellos, recuperarnos con ellos, echarlos de menos, sentirlos muy cerca, casi respirar. Cada instante de Her se siente, se vive. No es un film, va mucho más allá. Consigue muchísimo más que otras de sus competidoras, sin grandes despliegues de ñoñería, sin grandes tópicos sobre el amor.
Her alcanza otra forma de entender el cine, como manera de plasmar la vida sin tapujos, sin barreras, sin temor, sin perjuicios. La plasma de manera honesta, sin mentiras, sin decoraciones, tal y como es. Una brillante y espectacular película que trasciende sin poderlo evitar, convirtiéndose en una de las historias de amor que, como sucede con La Vida de Adèle, difícilmente podrán olvidarse jamás.
Crítica publicada en www.cinemaverick.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario