Hacía tiempo que conocía de la existencia de "El tatuaje del faro", de María Laso. Por pura inercia, es una obra que llama la atención, que resulta atractiva. La portada es hermosa, con una mezcla de elegante atrevimiento. También es misteriosa, y mucho más lo es al leer una sinopsis que no deja entrever demasiados detalles de la trama. No me cabía ninguna duda de que en este libro encontraría, tan siquiera, una mínima parte de lo que necesito de la literatura.
No es una novela corriente la creación literaria de María Laso, eso ya lo sabemos. La cuestión es determinar aquello que marca la diferencia, cómo lo hace y los motivos que la impulsan a ello. Su historia o, mejor dicho, sus historias, encierran una personalidad plagada de impresiones, algunas muy oscuras, otras tan triviales como una comida en familia. Digamos que parece bailar entre dos polos, dos mundos, tan diferenciados entre sí, tan desfragmentados que casi parecen escritos por diferentes personas.
Una de las partes del hilo argumental se desarrolla en cursiva. Retoma detalles y vivencias del pasado de una joven, Patricia, cuyas heridas en el alma decora con tatuajes en su piel. Una prosa sorprendente, con toques poéticos, nos acerca la vida de una muchacha torturada por una vida esperéntica, una existencia que parece haberse cebado con su tragedia desde su corta edad, y deriva en un carácter inestable, una manera de vivir intensa, que parece arrastrarla, sin remedio, a sufrir golpe tras golpe. Es un personaje realmente espectacular, con la fortaleza indiscutible pero también con una fragilidad abrumadora. Como una antítesis de sí misma, como dos cara de la misma moneda. Psicológicamente compleja, turbia, aterradora y tierna.
Por otro lado, digamos, se enfoca la parte troncal de la novela. Una narración totalmente diferente a la anterior, en primera persona, tal vez más autobiográfico, sobre una madre de familia que narra su trivial vida en El Rompido: habla de cocina, de películas, de conversaciones con sus vecinas, de su marido... Lo que podríamos definir como una literatura que se acerca a los costumbrista (al menos en parte), hasta que empieza a romperse ese equilibro cuando alcanza a oír una conversación íntima entre dos mujeres que hace saltar todas las alarmas.
Mientras que la parte más oscura, la de Patricia, está plagada de recursos literarios, metáforas, monólogos interiores y una explotación absoluta del pensamiento del personaje, el enfoque de la línea principal es totalmente diferente. Utiliza un lenguaje despreocupado, casi con roces cómicos, acercándonos problemas cotidianos que casi nos resultan anodinos. Esta mezcla llegó a descolocarme en las primeras páginas pero, a medida que avanzaba la lectura, fue adquiriendo una forma que empezó a gustarme. De una forma o de otra se solapan, nos corta la respiración, pero nos deja observar la costa de El Rompido y su infinita belleza.
Mención principal a la ambigüedad sexual de Patricia, algo que es importante en el desarrollo de la historia. Sin embargo, eso es tratado con una naturalidad que aplaudo. Nuestra joven protagonista es una bomba explosiva, y la carrera de intensos amores que arrastra tras de sí, así lo demuestra.
Es una novela de lectura media, pues no se tratan de unas letras ligeras, pero tampoco de algo denso y soporífero. Además, atrapa sin lugar a dudas. Y, sobre todo, tiene una calidad a destacar que a veces es complicado de encontrar.
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