Qué me pregunten por qué me enfado cuando alguien dice que el cine español no es bueno, que no lo ven, porque no lo sienten, porque no tiene calidad, ni medios, ni efectos especiales. Que la música no es buena, que no entretiene. Que no tiene vida, ni alma.
Qué me pregunten por qué me enfado cuando las taquillas de los cines se desbordan ante estrenos comerciales que no son buenos, que no se sienten, que no tiene calidad, pero sí medios y efectos especiales. Y la música viene de la mano de los artistas con más éxitos en las listas de ventas. Pero no tienen vida, ni alma.
Qué me pregunten por qué amo el cine, y qué me pregunten por qué he salido ayer enamorada de "La Novia", de la soberbia dolorosa de Inma Cuesta, de la hermosura brillante y pura de todos y cada uno de sus fotogramas, del recitar de los versos de García Lorca, hasta de sus silencios sepulcrales, de las miradas cristalinas, de los sentimientos que agujerean la piel. Qué me pregunten qué me ha parecido la adaptación al cine de Bodas de Sangre de Paula Ortiz, y diré que todavía no puedo asimilarla en su plenitud.
Desde que comenzó la proyección hasta finalizar, a duras penas pude moverme de mi asiento. Y fue un sentimiento generalizado entre los escasos espectadores que allí estábamos, desterrados en una sala pequeña y sin demasiada afluencia. Pero a nadie le importó, porque los que estábamos allí íbamos a recordar la razón por la que al cine se le llama "El Séptimo Arte".
Derrama sobre el suelo arenoso, lleno de barro y cenizas, tal hermosura, tal belleza, tal desasosiego que mis cinco sentidos no llegaban, no alcanzaban, para disfrutar de esa sintonía de actuación, de guion, de musicalidad, de escenas lentas, de escenas rápidas. De primeros planos y de la lejanía del horizonte sofocado. Y una novia espectacular, una Inma Cuesta que se consagra de nuevo, después de "La voz dormida", pisando la pantalla y devorando los secretos de la actuación. Una gran promesa, que está viva y otorga latido y alma a este film tan maravilloso e inolvidable.
Es un tributo al teatro, a la poesía, a la literatura. Todo esto llevado al cine como nunca antes se hizo, todo esto realizado con un amor real que emociona y que mueve todo dentro. Paula Ortiz se ha atrevido a hacer algo distinto, algo nuevo, algo visionario. Y ha brillado en todo su esplendor, ha cambiado, como lo hizo "La vida de Adele", la concepción del cine conocido hasta entonces, ha surcado un nuevo camino poco explorado que, espero, otro tomen su ejemplo y pueda volver a deleitarnos de tal forma.
Belleza, sin más.
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