Si bien es cierto que su predecesora, Carmina y Revienta, delimitó unas curiosas líneas difusas en el ámbito del que bien podría llamarse cine indie con sello español (tal y como sucedió con Del lado del verano, de Antonia San Juan), Carmina y Amén se ha coronado tanto por la crítica profesional como por el público como una de las comedias negras más ingeniosas y más espontáneas que se han podido disfrutar en las pantallas de cine en los últimos años. Y es que, para agradable sorpresa, Paco León huye de los tópicos, de las fórmulas predefinidas, de las plantillas del cine sencillo, para crear un film totalmente auténtico, totalmente inédito, cuyo personaje principal es un homenaje a una mujer que nos despierta ternura y simpatía, por el simple hecho de no jugar a ser quien no es.
Paco León juega con un género que conoce muy bien: el teatro. Elementos en escena fijos, largas conversaciones que fluyen de manera natural, reflejando el realismo del castellano andaluz más castizo. Las expresiones, gestos y acciones son naturales, frescas, verdaderamente atroces y fulminantes. Compagina hábilmente la comedia con el fuerte drama que arrastra la vida, sin que chirríe, sino más bien como si se tratase de lo mismo explicado de diferente manera.
También hay que mencionar el papel fundamental de María León, cuya química con su madre, y sus intachables dotes como actriz (que, a mi forma de ver, se consagró sin lugar a dudas en La voz dormida) hacen que ver a madre e hija en pantalla sea todo un acontecimiento cinematográfico como rara vez hemos podido disfrutar.
Otros personajes, ya emblemáticos del cine español, terminan por cerrar un reparto elegido cuidadosamente. En especial, me gustaría mencionar a Yolanda Ramos, que aporta el rol más despreocupado y comediante de esta película con tintes profundamente oscuros.
Si Ocho Apellidos Vascos quería presumir de ser la comedia del año, indudablemente se quedará en un segundo plano después del estreno de Carmina y Amén. Paco León y su madre nos enseñan que todavía quedan fórmulas y maneras de explotar la inspiración, la comedia, el drama, la originalidad en la frescura. Tal vez su mayor logro es mostrarnos algo diferente, totalmente nuevo, y hacerlo sin pretensiones, sin aires de grandeza, sin grandes despliegues de presupuesto. Si no hacerlo de forma íntima, de corazón, con el alma, alma que está intrínseca en cada uno de los fotogramas.
Creo que cualquier cinéfilo sabrá apreciar el arte que hay detrás de este film. También espero que, a los espectadores escépticos, a esos que tristemente dicen e insisten que el cine español no tiene peso ni futuro, se detengan a apreciar esta obra del séptimo arte y le den una oportunidad a esta cultura tan íntima, tan costumbrista.
LO MEJOR: El personaje de Carmina.
LO PEOR: La ausencia de Paco León en el reparto.
Crítica publicada en www.cinemaverick.es